Traductoras en la historia
Las mujeres han estado a la sombra de la sociedad durante mucho tiempo. De hecho, sin todas las mujeres que se dedicaron a traducir libros a su idioma, hoy no tendríamos muchos libros que consideramos clásicos indispensables.
En realidad, la historia de la traducción es un tema muy complejo y algo difuso, ya que la definición de traducción ha ido variando a lo largo de los siglos. En la Edad Antigua y en la Edad Media, las traducciones eran lo que hoy se denomina «transcreación», es decir, escribir con otras palabras un texto que se ha leído. En muchas ocasiones, las traducciones eran una nueva interpretación de un texto, se podía adaptar al país al que se dirigía o, incluso, se podía cambiar el final de la historia si no les gustaba. A veces, incluso, se escribía un relato de un libro que se había leído, pero que no se tenía físicamente, solo se recordaba. En general era un poco el teléfono escacharrado, pero a gran escala.
¿Y qué tienen que ver las mujeres en esta historia? Pues mucho. Y es que a las mujeres no se les permitía escribir. O, si escribían, casi nunca se publicaban sus escritos.
Algunas decidieron aventurarse y firmar con un pseudónimo masculino, como Mary Ann Evans (George Elliot), Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (Fernán Caballero), Louisa May Alcott (A. M. Barnard) o Mary Shelley (en un principio no firmó su novela más famosa, Frankenstein, y todo el mundo pensó que era de su marido).
Otras decidieron dedicarse a la traducción, aunque no todas podían. La traducción se consideraba cosa de hombres, sobre todo escritores y monjes. Pero algunas lograron vender sus libros como traducciones. De este modo ganaban respetabilidad, porque no eran las «autoras», y así disponían de cierta libertad. Lo que muchas tienen en común, por desgracia, es el anonimato.
Algunas traductoras importantes fueron Margaret Tyler (s. XVI), la primera traductora de libros de caballerías en Inglaterra; Giuseppa Barbapiccola (s. XVII), traductora de Descartes; Julia Evelina Smith (s. XVIII-XIX), traductora de la Biblia; Emilia Pardo Bazán (S. XIX-XX), también escritora naturalista, o Charlotte Hughes Bruner (s. XX), que luchó por la cultura africana y solo tradujo novelas de escritoras africanas.
Desgraciadamente, se desconoce el camino de muchos libros y es muy complicado investigar qué libros fueron traducidos por quién, sobre todo en la Edad Antigua y en la Edad Media, donde la autoría no era tan relevante como lo es ahora. Pero siempre podemos seguir las pistas y, en muchos casos, seguramente nos encontraremos las huellas de una mujer. Gracias a todas ellas.